Es difícil seguir una línea educativa con los hijos estando bombardeados continuamente por el “problema de moda”. Hace unos años era la hiperactividad, luego los trastornos de atención; ahora lo es el bullying o acoso escolar. La presión social te hace estar evaluando continuamente si tus niños están en algún tipo de población especial, si están pasando por alguna fase o etapa que no has tenido en cuenta y si te estás perdiendo por eso algo importante de la vida de tus retoños.
En cuanto al tema que nos ocupa en concreto, es fácil responder a la pregunta. Párate a pensar en tu propia infancia y adolescencia. Seguro que recuerdas quién era el niño “marginado” en tu clase, aquel con el que se metían o al que hacían el vacío. Y seguro que sufriste en algún momento algún golpe o el miedo a que te dejaran de lado si no te comportabas de una determinada manera. Y qué importante es la aceptación de los compañeros en la etapa escolar. Probablemente, aunque sea por una cuestión estadística, tu hijo o tu hija estarán en la parte “normalizada” de la clase. Recibirán y ejercerán presiones.
Pero puede ser que esté en uno de los dos opuestos. Puede que le estén maltratando y puede que sea un maltratador. Lo primero a tener en cuenta: NO PASA NADA. TODO SE SUPERA EN LA VIDA. Y es ése justo el mensaje que hay que transmitirles para poder empezar con ellos cualquier conversación.
Lo primero a tener en cuenta: NO PASA NADA. TODO SE SUPERA EN LA VIDA
Los hijos no hablan a veces con sus padres porque se temen que lo que les está pasando sea demasiado grave; temen percibir una reacción de enfado, tristeza o desconcierto en las personas de las que dependen tanto para la construcción de su identidad y autoestima.
Hay millones de artículos en internet donde te explican qué pistas puedes seguir para detectar si tu hijo es un maltratado o un maltratador. Consisten en una batería de ítems que debes pasarle al niño para poder descartar tanto ésta como otros millones de cosas. No juegues a los espías con tus hijos; habla con ellos. Hablar no es dar tu opinión o tu consejo; no es recriminar, decir lo que está mal o cómo estaría bien que enfrentara las situaciones. HABLAR ES PREGUNTAR Y ESCUCHAR LA RESPUESTA.
No escandalizarse, prestar apoyo real y recordarles que les quieres por encima de todo aunque puedas no estar de acuerdo con actitudes, reacciones o formas de hacer. Tus hijos son personas diferentes a ti y tienen derecho a desarrollar su propia identidad y personalidad sin que les hagas sentir en deuda contigo por decepcionarte al no ser como tú esperabas.
Si quieres que te cuenten cómo les va en el cole; si se meten con ellos o se aburren, si tienen amigos o si tienen problemas con los profesores, no olvides generar un ambiente de confianza suficiente para que se sientan en libertad para hablar contigo.